Cuando llegó el zorro, el principito lo miró con atención, era muy bonito y se lo dijo.
Entonces decidió invitarlo a jugar, pero el zorro le explicó que no podía porque no estaba "domesticado".
- ¿"Domesticado"? - preguntó el principito- ¿qué significa estar "domesticado"?.
- Domesticar es crear vínculos - explicó el zorro.
- Crear vínculos....
- Exacto -dijo el zorro. Ahora tu no significas nada para mi, ni tu para mi. Soy semejante a cualquier zorro y tu a cualquier niño. Pero si me domesticas entonces tendré necesidad de ti y tu de mi. Tú serás único para mi y yo seré único para ti.
Después de meditarlo unos segundos, el zorro dijo:
- Domestícame por favor.
- Tengo que hacer muchas cosas, conocer otras personas y hacer amigos. Ahora no puedo. - Comentó el principito.
- No podrás conocer bien a los demás si no los domesticas - le explicó. Ahora los hombres no tienen tiempo para nada, si se dieran tiempo podrían tener amigos. Yo quiero tu amistad ¡DOMESTÍCAME!.
Entoces, el principito accedió.
Día tras día el principito fue a buscar al zorro al mismo lugar y a la misma hora. Poco a poco empezaron a ser muy cercanos y se convirtieron en grandes amigos. Ambos eran felices, se acompañaban mutuamente y podían pasar horas simplemente en silencio, sin decir palabra alguna.
Pero un día el principito le explicó al zorro que debía seguir su camino. El zorro se entristeció pero sabía que él debía partir.
Cuando el principito le dio el último adiós, le prometió que regresaría y le agradeció por todos los momentos que pasaron juntos.
Sin embargo, el corazón de cada uno de ellos había cambiado, en el fondo sabían que por muy alejados que estuvieran siempre se tendrían el uno al otro y que no importaba quiénes entraran y salieran de sus vidas porque la amistad que habían construido nunca tendría fin.
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